Soy terco, sentimental, ingenuo, y descofiado. Soy aficionado al silencio, a los centauros, a las ausencias, y al caballo verde. Me gusta el crepúsculo, el crucifijo en la yema de los dedos, las orejas de mis hijas, el galope de una lágrima. También las siameses de miel en los ojos, las expectativas y las manos juntas para el abrazo y el puño. Prefiero las metáforas enloquecidas, la escala de los grillos de Matagalpa, las ecuaciones eróticas, las pinturas intensas, aunque al pie de los colores la firma sea deconocida. No me gustan los cocteles, las condecoraciones, los museos de cera, los cerillos apagados, ni las novelas que auspicien un final previsible y atroz. Me gustan las rodillas cuando asoman como lengua de luz de tus polleras floreadas, el peligro, la desolación de los ídolos y los rios que brotan de tus entrañas. Me gustás vos y el policia que puso el semáforo del color de tu piel, y el sol que hizo posible la malicia de tus ojos. Me gusta platicar con la multitudes y ofrecer...